Recursos psicológicos para vencer la ansiedad

Recursos psicológicos para vencer la ansiedad (Parte 2)

En un artículo previo, estudiamos las técnicas de David Burns para analizar qué pensamientos y emociones están detonando nuestra ansiedad, para así cuestionarlas y darles un nuevo significado. Hoy analizaremos dos herramientas realmente valiosas e interesantes.

La primera se llama exposición y consiste en no evitar las situaciones que nos generen ansiedad y malestar.

Seguramente has sentido también los efectos físicos de la ansiedad, también llamados somatización; algunos de ellos pueden ser mareos, vértigos, temblores, dolor de cabeza, nerviosismo, manos sudas, agitación en el pecho, palpitaciones, y similares. La mayoría de nosotros lo que hacemos en una situación así es tratar de respirar, tranquilizarse, y darle mucho peso a la ansiedad, es decir tratar de vencerla mediante la relajación.

Al percibir y sentir algunos de estos síntomas, también evitamos situaciones que nos puedan provocar más ansiedad, entre ellas hablar en público, salir a una reunión, o simplemente convivir con otras personas. La técnica de la exposición nos invita justamente a lo opuesto, a hacer nuestras actividades a pesar de la incomodidad.

No identifico en particular a algún autor que la haya creado o inventado, más bien es una técnica que se exponen en muchos libros, artículos y videos sobre la ansiedad. En lo particular, al principio estuve renuente a ponerla en práctica, porque da miedo exponerse a la ansiedad. Sin embargo, si la pones en práctica con regularidad, verás que tu ansiedad disminuye significativamente.

En algún momento de mi vida yo disminuí drásticamente la práctica de algunas actividades por evitar sentirme más ansioso, entre ellas, y sobre todo, mi vida social y practicar deporte. Como de por sí en mi día a día mis síntomas físicos de la ansiedad, como mareos o desorientación eran altos, evitaba la vida social para no exponerme más y, en su lugar, tratar de quedarme en casa a relajarme con algún libro o una película. Pero al percatarme de que cada vez me aislaba más, quise intentar esta técnica. Al principio fue realmente incómodo. Recuerdo que tuve una cita con una amiga, fuimos al museo, luego a caminar, y empecé a sentirme realmente mal, con las manos sudando, temblores y confusión. A pesar de esa mala experiencia, me percaté de que en realidad nada malo pasó, y continué forzándome a tener más vida social.

Lo mismo me pasaba con el deporte. Debido a que, cuando te ejercitas, sube tu ritmo cardíaco, empezaba a preocuparme y a creer que algo malo pasaría, y mi cuerpo se sentía realmente incómodo. Pero, en continuación con la técnica de exposición, me inscribí a clases de Hap-Kido, un arte marcial coreana de alto rendimiento; aunque las primeras veces (y aún hoy, aunque un poco menos), me sentía mareado por el vigor del ejercicio y angustiado, me forcé a continuar.

Hoy puedo decirte que tanto la vida social como la deportiva me siguen provocando ansiedad, pero en un grado muy inferior, ya que se reducen a simples incomodidades que se diluyen rápidamente.

Una técnica parecida a la ansiedad es emplear el humor para tratar con la ansiedad. Esta la leí en el libro Enséñale a tu ansiedad quien manda, del psicólogo Joel Minden, y consiste en burlarse de tu ansiedad, en no tomarla en serio, en tratarla como el berrinche de un niño chiquito. Es algo así como, ¿con que ahí estás ansiedad? Pues bien por ti, ahí sigue.

Muchas personas que me escriben en medio de un ataque de ansiedad han empoderado tanto a la ansiedad que no están dispuestas ni a cuestionarla, ni a sentirla ni a dejar que esté ahí. Y eso realmente paraliza y empeora las cosas.

Estas técnicas van en el sentido opuesto, en decir, bien, siento ansiedad, pues ni modo, a vivir con ella, como si de gastritis o un resfriado se tratara.

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